En la vasta y compleja sociedad del Imperio romano, el vino no era simplemente una bebida alcohólica, sino un símbolo de estatus social, una herramienta de integración cultural, y un elemento crucial en la vida cotidiana, la religión, y la política. Hoy exploramos cómo las diferentes clases sociales romanas (desde los patricios hasta los esclavos) consumían el vino, y cómo esta costumbre reflejaba y reforzaba las jerarquías dentro de la civilización romana.

El vino y la élite romana

Para los patricios, la aristocracia hereditaria de Roma, el vino era más que un placer: era una expresión de refinamiento y poder. Esta clase privilegiada accedía a los vinos más exclusivos del Imperio romano, importados desde regiones como Falerno, Setia y Caecuba, cuyos caldos eran tan valorados que Plinio el Viejo los mencionó en su Historia Natural.

Los senadores romanos, muchos de los cuales también eran terratenientes vitivinícolas, celebraban banquetes opulentos en los que el vino añejo, almacenado en ánforas cuidadosamente selladas con cera y resina, jugaba un papel central. El vino romano de calidad superior, con siglos de evolución técnica en su elaboración, se servía diluido en agua caliente o fría, dependiendo de la temporada, y aromatizado con especias como canela, clavo o mirra, reflejando una sofisticación que pocos podían permitirse.

Los vinum merum, o vinos puros, sin mezcla, estaban reservados para los momentos más solemnes y rituales, especialmente en contextos religiosos y políticos. Esta clase no solo disfrutaba del vino como símbolo de riqueza, sino que también era promotora de su producción vitivinícola, controlando tierras y esclavos dedicados al cultivo de la vid.

el vino en la sociedad romana

La clase ecuestre y comerciantes

La ordo equester, o clase ecuestre, aunque no tan poderosa como el Senado, disfrutaba de un acceso amplio a vinos importados y locales de buena calidad. Estos vinos romanos eran seleccionados con criterio, no tanto por su precio, sino por su relación con el estatus cultural y el prestigio profesional. Muchos de estos hombres de negocios y comerciantes adquirían villas rurales con viñedos para consolidar su posición social.

A diferencia de los patricios, los eques preferían un consumo más funcional, usando el vino tinto o el vino blanco romano como elemento de sociabilidad en cenas formales y transacciones económicas. Solían evitar los excesos públicos, buscando un equilibrio entre placer y sobriedad, aunque sin renunciar a la calidad del vino.

La clase ecuestre también fue clave en la difusión del vino en provincias romanas, fomentando su cultivo en regiones como Galia, Hispania, y Panonia, contribuyendo así a la expansión del vino romano y su cultura en todo el imperio.

que vino bebian los patricios

La plebe urbana

En la bulliciosa ciudad de Roma, la plebe urbana (compuesta por artesanos, obreros y pequeños comerciantes) tenía un acceso limitado pero constante al vino barato o de calidad media, conocido como vinum communis. Este vino popular romano, muchas veces elaborado con uvas de segunda categoría o incluso con los restos del prensado principal, se distribuía en tabernas, thermopolia, y mercados.

El vino para la plebe no era añejo ni especiado como el de la élite, pero sí era fundamental en su dieta diaria. En muchos casos, se mezclaba con agua o con resina para alargar su conservación. El sabor solía ser agrio, y en ocasiones se endulzaba con miel, creando versiones rudimentarias del mulsum, aunque mucho más rústicas.

Las tabernas romanas, espacios frecuentados por esta clase, funcionaban como centros sociales donde el vino común era moneda corriente. Allí se bebía en copas de cerámica sin ornamentación, y era habitual consumirlo durante juegos de dados o debates políticos improvisados. Para la plebe, el vino era una forma de escape, pero también un símbolo de pertenencia a la cultura romana, que lo consideraba superior frente a las «bárbaras» bebidas fermentadas de otras civilizaciones.

estamentos sociales de la roma clasica

Los soldados y el vino

En el seno del ejército romano, el vino era una herramienta fundamental para mantener la moral de las tropas. Cada legionario recibía una ración regular de vino militar romano, que era diluido en agua y consumido a lo largo del día. Este vino racionado, aunque no era de alta calidad, cumplía una función triple: desinfectar el agua, proporcionar calorías, y actuar como revitalizante anímico en campañas prolongadas.

Los soldados romanos también aprendían a elaborar su propio vino básico en los campamentos cuando las condiciones lo permitían, particularmente en tiempos de paz. En las fronteras del Imperio, el vino era un bien estratégico, usado para establecer relaciones con pueblos aliados o enemigos, así como para cimentar la romanización a través del comercio.

Las mujeres y el vino en la Roma Clásica

Durante siglos, las mujeres romanas, especialmente las de clase alta, tuvieron prohibido beber vino debido a tabúes sociales y creencias sobre la virtud femenina. Sin embargo, en el Alto Imperio esta norma se fue relajando.

Las matronas romanas comenzaron a consumir vino ligero o vino endulzado, principalmente en el contexto de reuniones religiosas o banquetes familiares.

Las sacerdotisas, como las Vírgenes Vestales, bebían vino ritual durante ciertas ceremonias religiosas. Este era un vino consagrado romano, reservado para contextos sagrados, y solía ser de una pureza inmaculada. 

En cambio, las mujeres de clases bajas accedían al vino económico sin restricciones, especialmente en los mercados y festividades populares.

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Los esclavos y el vino

En la base de la pirámide social romana estaban los esclavos, quienes, a pesar de su rol crucial en la industria vinícola romana, tenían un acceso restringido al vino. La mayoría de los esclavos en viñedos consumían un vino aguado o un subproducto llamado lora, obtenido al prensar por tercera vez los restos de las uvas utilizadas para los vinos principales.

Este líquido, de sabor ácido y textura burda, se destinaba exclusivamente a los trabajadores esclavizados. Aun así, el vino para esclavos era una parte integral de su alimentación, especialmente durante las largas jornadas de trabajo en las latifundia vinícolas.

Algunos esclavos urbanos, especialmente aquellos con responsabilidades domésticas o administrativas, podían probar vinos de mayor calidad, aunque siempre bajo la supervisión de sus amos. 

En ciertos festivales, como las Saturnales, se les permitía un consumo más libre de vino romano, lo cual servía como válvula de escape simbólica para las tensiones sociales.

La Cueva de Yosi

El vino en la Roma clásica no fue una simple bebida, sino un vehículo de diferenciación social, un instrumento cultural, y un reflejo del poder. Desde el vino añejo falerno de los senadores hasta la lora de los esclavos, cada sorbo representaba un escalón en la jerarquía de una civilización que construyó uno de los imperios más influyentes de la historia.

Entender cómo se bebía el vino romano es, en definitiva, entender cómo vivía, pensaba y se organizaba la sociedad romana. El vino era el hilo que conectaba a todas las clases sociales, pero también la marca invisible que las separaba.