La noche del 26 de octubre de 2021, la ciudad de Cáceres dormía en aparente tranquilidad. Nadie podía imaginar que, en ese mismo instante, un audaz plan se estaba poniendo en marcha dentro del hotel-restaurante Atrio, hogar de una de las bodegas más codiciadas del mundo. Lo que estaba a punto de suceder no era un robo cualquiera: era un golpe milimétricamente calculado, digno de una película de suspense.

La pareja misteriosa

Un hombre y una mujer llegaron aquella tarde al hotel. Nada en ellos hacía sospechar que estuvieran a punto de ejecutar uno de los robos más sonados de la historia del vino. Se presentaron como una pareja adinerada, amantes del buen comer y del lujo. Hicieron una reservación para cenar y, con una actitud serena, se sentaron en una de las mesas del prestigioso restaurante, poseedor de dos estrellas Michelin.

La cena transcurrió sin incidentes. Pidieron el menú degustación y charlaron amigablemente con el personal, mostrando especial interés por la impresionante bodega del restaurante, que albergaba joyas enológicas de incalculable valor. Entre las más preciadas, una botella de Château d’Yquem de 1806, un ejemplar único, valorado en más de 300,000 euros.

Desde el primer momento, su presencia quedó registrada por las cámaras de seguridad del hotel. Nada parecía fuera de lugar, pero cada gesto suyo tenía una intención oculta. La mujer se encargó de hacer preguntas sobre el hotel, su historia y sus vinos más exclusivos, mientras que su compañero observaba con atención los movimientos del personal y la distribución del lugar. Eran expertos en no levantar sospechas.

el asalto al atrio

La ejecución del plan

Poco después de la medianoche, la pareja solicitó una visita privada a la bodega. Con la excusa de ser grandes aficionados al vino, intentaron obtener acceso directo, pero el sommelier del restaurante, aunque amable, les explicó que no era posible en ese momento. Sin embargo, no parecieron contrariados. Subieron a su habitación sin protestar, como si todo estuviera bajo control.

Lo que el personal del hotel no sabía era que la pareja ya tenía cada detalle planeado. Sabían que había cámaras de seguridad, conocían la disposición del lugar y, lo más importante, sabían que había un momento exacto en el que podían actuar sin ser vistos.

Poco después de las 2:00 de la madrugada, la mujer salió de la habitación y se dirigió a la recepción. Sonreía, coqueta, y fingió necesitar una botella de agua. El recepcionista, confiado y amablemente servicial, abandonó su puesto por unos segundos para atender su petición. En ese instante, su cómplice se deslizó sigilosamente hacia la bodega.

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El hombre llevaba consigo una llave electrónica robada en un descuido del personal. La introdujo en el lector de seguridad y, tras un breve parpadeo de la luz indicadora, la puerta se abrió con un suave clic. En el interior, el aire estaba impregnado del aroma a madera y vino añejo. Con precisión quirúrgica, comenzó a seleccionar las botellas.

El botín

La bodega del Atrio era una auténtica cámara del tesoro. Entre sus más de 40,000 botellas reposaban ejemplares exclusivos, imposibles de encontrar en el mercado. El hombre sabía exactamente lo que buscaba. Con movimientos rápidos, seleccionó 45 botellas, cada una con un valor incalculable. Las envolvió cuidadosamente en toallas para evitar que se rompieran y las metió en una gran mochila.

Cada elección fue meticulosa. No se trataba solo de botellas caras, sino de piezas únicas, algunas de las cuales ni siquiera tenían un precio en el mercado. La joya de la corona, el Château d’Yquem de 1806, fue la última en entrar en la mochila. Con una mirada rápida a su alrededor, el ladrón cerró la puerta tras de sí y salió con la misma discreción con la que había entrado.

Mientras tanto, la mujer continuaba su distracción en la recepción. Había conseguido mantener entretenido al recepcionista el tiempo suficiente para que su cómplice pudiera completar el trabajo. Sin dejar rastro, ambos regresaron a su habitación, guardaron el botín y, unas horas después, abandonaron el hotel con total tranquilidad. Tomaron un taxi hacia Madrid y, desde allí, desaparecieron.

La Cueva de Yosi

La huida y la captura

El personal del hotel no tardó en notar la ausencia de las botellas. Las cámaras de seguridad revelaron movimientos sospechosos, pero los ladrones se habían esmerado en evitar ser detectados. Durante meses, la investigación se mantuvo abierta, sin pistas claras. Sin embargo, la Interpol y la Guardia Civil no cesaron en su empeño de rastrear a los culpables.

Los investigadores descubrieron que la pareja había utilizado identidades falsas para registrarse en el hotel. Además, su rastro digital era casi inexistente. Sin embargo, un pequeño error selló su destino: en su huida, uno de los ladrones había cometido un descuido al pagar un peaje en Portugal con una tarjeta a su nombre real.

Finalmente, en julio de 2022, tras una exhaustiva investigación, la pareja fue detenida en Croacia. Las pruebas fueron irrefutables: su paso por el hotel, su conducta sospechosa y los rastros que habían dejado en su huida. La justicia finalmente los alcanzó, demostrando que, aunque un plan pueda parecer perfecto, siempre hay una grieta por la que la verdad se filtra.

crimen en la viticultura

El robo al Atrio pasó a la historia como uno de los crímenes más espectaculares del mundo del vino. Aunque su ejecución fue brillante, el destino tenía preparada otra carta: el fracaso. La botella de Château d’Yquem de 1806, al igual que el resto del botín, nunca fue recuperada, añadiendo un velo de misterio a un crimen que, por más calculado que estuviera, nunca llegó a ser perfecto.